Mind Reader -Versión TMB-

Todo comenzó aquel día, cuando a la entrada del metro de Fontana, vio el anuncio: “¿Te gustaría conocer los pensamientos de tus compañeros de vagón?”. TMB sorteaba la experiencia de probar el revolucionario “Mind Reader 5000”. Aún limitando su uso a la red de metro y a una semana, era un ocasión única para disfrutar de la última experiencia en entretenimiento tecnológico que ahora se ponía al alcance de algún afortunado viajero.

No confiaba en su suerte, pero llevado por la curiosidad, Andrés guardó el billete en su cartera. Mientras bajaba al andén pensaba que habría pasado de haberlo tenido hace par de meses, quizá ella todavía estuviese a su lado. Le encantaba mirarla, pero nunca supo ver que había en su mirada.

No volvió a pensar en el billete hasta la semana siguiente cuando se sorprendió al encontrar un nuevo anuncio en la estación: “¿Eres el afortunado lector?”. Sacó el billete de su cartera.

El dispositivo, parecido a un pequeño MP3, esperaba sobre la mesa de la pequeña cafetería del metro a que terminase de leer el reducido manual. Leyó por encima las condiciones de uso, parándose sorprendido en las relativas al modelo 5500. Este modelo que, según comprobó, no era el que había recibido tenía la posibilidad de inducir pensamientos además de leerlos. Finalizó la lectura decidido a probarlo ese mismo día, terminó su café y se dirigió a los andenes.

Subió al vagón y cuando el tren abandonaba la estación, encendió el aparato. Inmediatamente comenzó a escuchar un rumor continuo de pensamientos incompletos e inconexos que llenaron su cerebro, el sonido de mil soliloquios lejanos le inundó. Resultaba increíble que el vagón, silencioso hasta entonces, estuviese repleto de aquellos callados murmullos. Aunque no escuchaba con detalle todos los pensamientos, si se daba cuenta de que no oía idiomas diferentes, todo se expresaba en un lenguaje común de sensaciones. Descubrio la íntima  relación entre lo que pensaban todos aquellos viajeros y las expresiones de sus rostros y actitudes. El miedo que se susurraba en la mente del viajero pakistaní del fondo se leía también en su mirada desconfiada, huidiza y en sus hombros caídos. El cansancio y la decepción que flotaba en los pensamientos de la señora a su lado, se veían igual en las arrugas de su frente, las bolsas bajo sus ojos y sus zapatos gastados. El nerviosismo que temblaba en las ideas del hombre que escuchaba, aparentemente absorto, música frente a él podía descubrirse mirando la forma en que su mano aferraba la cartera. La alegría que animaba las ideas del joven apoyado en la puerta se percibía en el brillo de sus ojos y la sonrisa apenas esbozada. Bajó del vagón saturado de sensaciones.

Al día siguiente no tenía que ir a ningún lugar pero volvió a entrar en el metro. Descubrió más pensamientos cotidianos. Preocupaciones tan comunes como terribles. Pequeñas alegrías que colorean nuestra existencia. Sencillos deseos que empiezan en una estación y terminan dos más allá. Tampoco hoy encontró pensamientos deslumbrantes. Cansado, desconectó y comenzó a buscar entre los rostros. Al fondo del vagón, una joven de su edad escuchaba música, cuando levantó la vista y sus ojos se cruzaron, sonrió. Sorprendido, encendió el pequeño aparato. Se extrañó al no percibir nada, silencio. Volvió a intentarlo, sintió una voz risueña que le decía: “no podrás, el mío es el 5500. ¿Qué te gustaría pensar hoy?”

El link del original TMB: http://relatscurts.tmb.cat/ca/relat/lliure/1839

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