Porque he vuelto

Porque he vuelto

«- ¿Eddie, que vas a hacer cuando te pegue una paliza?
– Levantarme y dejar que me pegues otra.
– ¿Ah si?
– Si. Pero no metas el dinero en el banco muchacho, porque si no lo hago ahora, lo hare el mes que viene en Dallas.
– Querras decir Houston, no va a haber nada en Dallas.
– Es lo mismo. Y si no es entonces sera al mes siguiente en Nueva Orleans.
– ¿Ah si? ¿Y como estas tan seguro?
– Porque he vuelto.»

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Reformas y Traslado

En estos días estoy adecentando mi nuevo apartamento virtual, después de mucho tiempo viviendo de alquiler por aqui (rmaganpa.wordpress.com) he decidido invertir en una vivienda en propiedad (robertomagan.com/blog) y, cómo siempre pasa, estoy haciendo algunas reformas. Si queréis pasaros por mi nueva dirección, así me decís si os gustan los colores de las paredes y donde voy a poner los muebles, disculpad el polvo y los trastos, la reforma no está terminada.

Haré una fiesta de inauguración, ya os avisaré.

Lupercales

Lupercales

La primera vez que leí sobre aquello, fue en la aborrecible y despreciable obra del demente Abdul Al-Hazred, mientras buscaba información para mi ensayo acerca de los Dioses Exógenos y su influencia en el Mal Exterior. Si pude acceder a tan nefando volumen, fue gracias a algunos viejos amigos que trabajaban en el departamento de Demonología, adscrito a la facultad de Teología, de la Universidad de Barcelona. Tras laboriosas y tediosas gestiones, permisos y componendas, pude finalmente acceder a la copia del Nεκρονομικόv, Necronomicón para todos aquellos no versados en el griego, que dicha institución salvaguarda con total discreción y el más absoluto de los secretos.

Permanentemente custodiado por un adusto monje dominico, tuve la oportunidad de trabajar en el pútrido volumen. Todavía hoy no sé qué extraña razón atrajo mi atención sobre aquel nombre: BangjoH’a’ y la detestable loa que lo acompañaba: «Infame arquero ciego, alado mensajero de la lascivia y la corrupción. Apóstol de la cópula, la lujuria y la degradación carnal». A pesar de mis años de estudio y de ser considerado un experto en el panteón de acólitos, mensajeros y lacayos de Azathoth, esta era la primera ocasión que conocía de su existencia. Sin duda se trataba de un aprendiz menor de aquel, pero no por ello menos abominable y repugnante que otros de mayor rango.

Por qué un diosecillo inferior, libidinoso y repulsivo atrajo mi atención, escapa al poder de mi raciocinio y entendimiento. Tanto me fascinó que, a pesar del cansancio de la tarde de estudio y lectura, en mi domicilio hurté al ocio las horas que fueron precisas hasta encontrar, en la copia facsímil que del grimorio conocido como Enchiridion Leonis Papae poseo, no menos de tres ensalmos, conjuros y encantamientos que versaban, o pretendían enseñar los ritos necesarios para invocar a un ente de nombre Ban’o’ja. Aun no siendo igual la grafía, la similitud fonética resultaba evidente. Era para mí cierto que se trataba del mismo ser abyecto, y continuaba presente en los círculos mágicos más de 1.000 años después de su primera aparición.

Preso de la excitación de la caza, meramente intelectual por supuesto, telefoneé a uno de los más reputados exorcistas y demonólogos de la diócesis. Este, en el transcurso de nuestra animada charla, me invitó encarecidamente a revisar los duplicados que conservaba de las actas que la Santa Inquisión levantó en el transcurso del proceso incoado, en el año del señor de 1.610, contra las brujas de Zugarramurdi. El anciano creía recordar tan peculiar nombre, pero a pesar de su prodigiosa memoria, sus muchos años le hacían preferir que entre ambos confirmásemos la certeza del recuerdo.

Necesitado de descanso, pero incapaz de reposar mi mente acelerada, decidí salir a dar un paseo. La tranquilidad y quietud de la noche habían de contribuir sin duda a templar mi ánimo. El paseo me tonificó y animó, de tal forma que decidí continuar la investigación hasta su conclusión, identificando a aquel viejo demonio o rechazando de pleno su existencia.

Nada destacado sucedió durante mi caminata nocturna, salvo la presencia, sorprendente a tan avanzada hora de la noche, en uno de los árboles que abundan cerca de mi domicilio, de una multitud de aves de lo que, al menos con mis escasos conocimientos ornitológicos, era una nueva y desconocida especie de pájaros. Tampoco debía parecerme tan extraño, en estos tiempos los periquitos, loros y otras aves foráneas desplazan a nuestras entrañables palomas de sus entornos habituales.

De abundante plumaje blanco y brillante, pico pronunciado y fuertes garras, permanecían silenciosos e inmóviles a la luz de la luna llena que presidía la noche. Seguramente fue mi imaginación excitada por las lecturas del día, pero hubiese jurado que sus emplumadas testas seguían con descarado interés e inusitada atención mi deambular por las silenciosas y tranquilas calles.

 «¡Banjojá! ¡Banjojá!». Estos eran los gritos que, atendiendo a lo anotado con celo por los interrogadores, proferían algunas de las brujas procesadas en Logroño, animadas sin duda por los atareados verdugos que con diligencia manejaban el potro que las distendía. La similitud entre estos vocablos y los ya mencionados antes, no me pareció casual.

Continuamos el estudio de los documentos y encontramos que, acorde a lo redactado en las detalladas notas de los monjes encargados de los sumarios, la mención a Banjojá iba siempre acompañada de una admonición, una letanía o cantinela: «Infieles. Temed el año sexto del segundo millar. La fiesta del lobo celebrará entonces y en presencia de la luna preñada, el final de vuestro tiempo en la tierra». Los interrogatorios continuaban, pero las brujas, por más tormentos que se les aplicase, no soltaban prenda. Salvo una, hija de la principal encausada, de nombre Estevania de Yriart, que añadió a lo confesado por sus hermanas y madre la presencia de unos emisarios alados. Blancos y brillantes pájaros que, llegado el tiempo, anunciarían con sus gritos la inminente llegada de la grandeza y corrupción de Banjojá.

Atenazado por un miedo atávico e irracional, preso de una creciente excitación, solicité a mi anfitrión permiso para revisar su extensa biblioteca, en particular la colección de grimorios que posee. Tanto el De occulta philosophia libri tres como el Liber aneguemis —atribuido a Platón— y el Heptameron, contenían todos ellos claras referencias al Infame Arquero. Exhausto, temeroso y abatido, me despedí de mi amable colega y decidí marchar caminando hasta mi domicilio. El viaje se hizo largo y tedioso debido a mi empeñó en revisar todos y cada uno de los árboles que adornan las aceras de Barcelona. No dejé uno sin escudriñar. Tanto es así que algún transeúnte, extrañado por mi comportamiento, me preguntó qué buscaba con tanto interés. Sin éxito, en ninguno pude ver pájaro alguno semejante a los que desde la noche en que salí a pasear, habitan el chopo que veo desde mi ventana y tanto me recordaron a los mencionados por Estevania.

Hoy es 12 de febrero y la luna va engrosando, pronto estará tan preñada que llenaría de satisfacción a las atormentadas brujas. No sé cuándo será la Festividad del Lobo, aunque bien podrían ser los viejos y olvidados Lupercales[1]. Además, esos malditos pájaros no han cesado de atormentarme con sus gritos desde el día en que revisamos aquellas viejas actas. Cómo si anunciasen algo, comenzaron entonces con su extraño con su extraño lamento. Solo he podido verlos aquí, en mi chopo, en ningún otro lugar de la ciudad puede encontrarse uno semejante.

No ceso de preguntarme si todavía debemos temer la llegada de BangjoH’a’ o solo se trata de otra vieja superstición. ¡Si al menos esas bestias cesaran de gritar! Sus reiterados, estridentes y monótonos Tekeli-li excitan mi imaginación y exacerban mis miedos. Bajaré a tomar un chocolate caliente antes de ir a descansar, hoy no tengo ánimo para salir a pasear.

Fragmento del diario del filósofo y estudioso Dr. Stimat, incluido en el expediente D-1402/2006. Elaborado a raíz de la desaparición del aludido, acaecida el 14/02/2006, por la Sección de Homicidios y Desaparecidos perteneciente a los Mossos d’Esquadra.

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[1] Festividad Romana, en honor del Fauno Luperco y la loba que amamantó a Rómulo y Remo, se celebrada en lo que actualmente sería el 15 de febrero. Sustituida en la era cristiana por el onomástico de San Valentín: El día de los Enamorados.

(des)Información y Comunicación en los Proyectos

(des)Información y Comunicación en los Proyectos

Atendiendo a lo que indica el PMBOK, en su cuarta edición al menos, el 80% del tiempo de un Project Manager –si ejerce cómo tal y no sucumbe a la tentación de ser un técnico infiltrado– se destina a la comunicación. Si Pareto está en lo cierto, este porcentaje servirá para cubrir el 20% del encargo que tiene asignado y por tanto sería deseable que esta dedicación lo fuese a aquello que mayor valor aporta. Si no es así, sólo dispondrá de la quinta parte de su tiempo para aportarlo, poco tiempo y mucha responsabilidad

Por supuesto lo anterior es una exageración, no pasamos el 80% de nuestro tiempo dedicados a la comunicación, ni Pareto es infalible.  Si es cierto, sin embargo, que pasamos una gran cantidad de tiempo procesando información o enviando y recibiendo mensajes. Si comenzamos con las venerables reuniones, sean estas formales (de las de agenda, conclusiones y acta) o informales (de máquina de café, encuentro en el baño, asalto de pasillo o “ya que estás por aquí”), continuamos con los escritos (informes, memorandos, hojas de cálculo repletas de cifras y colores, presentaciones –más o menos afortunadas o tediosas-, ofertas, etc.) y terminamos por todo lo electrónico (correos, llamadas -a través de fijo, móvil, IP y lo que tenga que venir-, mensajería cómo puede serlo: sms, IM, Skype, whatsapp- y redes sociales del tipo twitter, Facebook, pinterest, instagram, etc.), se hace evidente que los mensajes y los medios de comunicación se han vuelto, y nosotros con ellos,  ubicuos y crónicos, inmediatos, endémicos, continuos y, en muchas ocasiones, ruidosos. Insisto, invertimos una enorme cantidad de tiempo, nuestro y de los demás; del laboral y del personal revisando estos medios, cifrando y enviando mensajes o a la inversa, descifrando los que los otros nos transmiten (y esto es en ocasiones tarea ardua, cuando no imposible).

Con todo lo anterior, parece evidente la necesidad y la importancia de cuidar nuestros mensajes y el uso que hacemos de ellos. No siempre es así, en muchas ocasiones lo que enviamos más que informar a los receptores les confunde, sorprende, irrita, desconcierta o les hace perder el tiempo.

No tengo ningún remedio infalible para remediar lo expuesto, pero creo que si podemos adoptar algunas medidas para aliviar los síntomas.

  • Si el mensaje es escrito, prestemos atención a su redacción. Me viene a la memoria un ejemplo que siempre ponía uno de mis viejos profesores de lengua, a él le servía para mostrarnos la importancia de puntuar adecuadamente, a mí para ilustrar la necesidad de cuidar la redacción:“Señor, muerto está; tarde llegamos” vs. “Señor muerto, esta tarde llegamos”. Sin llegar a estos extremos, es muy cierto que en ocasiones redactamos mensajes imposibles de entender, bien por enrevesados y complicados, bien por un intento de resumen y concisión excesivo (sobre todo si empleamos medios nuevos de comunicación). Por uno u otro motivo, acabamos enviando mensajes que transmiten cualquier cosa menos lo que teníamos intención, cuando no dicen exactamente lo contrario.
  • En un entorno cada vez más global e interconectado, debemos prestar la debida atención a las diferencias, sean estas culturales, idiomáticas, de costumbres, etc. Aun hablando el mismo idioma, no lo usamos de la misma forma. Sin que sea preciso hacer un master en entornos multiculturales, estará bien informarse al respecto y hacer uso del sentido común. Para ilustrar lo anterior, me viene a la memoria otro ejemplo, en el año 1.999 la sonda espacial Mars Climate de la NASA se estrelló durante el aterrizaje en Marte -cómo su nombre indica-, la razón del desastre fue debida a que dos equipos trabajaban con sistemas métricos diferentes (uno el decimal y otro el inglés), nadie se ocupó de hacer las oportunas conversiones. Salvo que la intención de la NASA fuese probar la dureza de la corteza marciana, la misión fracasó por utilizar un par de reglas
  • No todo es urgente, no lo tratemos cómo tal. Que un mensaje se transmita de manera casi inmediata, no significa que deba ser atendido o respondido con la misma presteza. Los receptores de nuestros mensajes no son máquinas, no siempre al menos, y precisan de un tiempo para dar respuesta correcta a nuestros mensajes. De la misma forma, que nuestros mensajes lleguen siempre rápidamente no hace de ellos mensajes urgentes y/o importantes.
  • Si algo es realmente urgente, escojamos correctamente el medio empleado para transmitirlo. A veces recibimos un correo, inmediatamente después un mensaje de Skype indicando que se ha enviado el primero y para terminar, recibimos una llamada de teléfono o la visita del remitente para decirnos, generalmente muy agobiado, que nos ha enviado un correo y un mensaje y ¡no hemos respondido! o no lo hemos hecho cómo esperaba. Tanto trajín nos hace perder el tiempo y causa malestar, en el que envía y en el que recibe los mensajes y la reprimenda. Si hubiésemos comenzado por la llamada (o la visita), nada hay cómo el contacto humano, seguro que hubiésemos entendido la urgencia a la primera y hubiésemos podido o bien responder o bien calmar la ansiedad del paciente.
  • Seleccionemos con cuidado el contenido de nuestros mensajes. Aquí incluiríamos tanto la información contenida cómo el estilo -el paquete y el envoltorio-. Deberá adecuarse la una y el otro a los interlocutores y la situación. No es lo mismo enviar un mensaje al comité de dirección que al equipo de desarrollo. De la misma forma, no emplearemos el mismo estilo para reclamar una factura que para comunicar la finalizacion de un proyecto o fase. Al equipo no le comunicaremos de la misma forma que nos han felicitado (¡si, a veces nos felicitan!) por el trabajo realizado que acordaremos con ellos la mejor forma de arreglar un desaguisado (¡ah esa pizza a las 00:00 en la oficina!)
  • Acordemos la frecuencia. Cómo tantas otras cosas, la frecuencia o la periodicidad con la que realizamos un envío debería ser consensuada entre las partes. Si nuestro cliente no precisa un correo diario informándole de los avances en el proyecto, no lo enviemos porque así está escrito en un polvoriento manuscrito sagrado que nadie sabe quién redactó, ni porque. Salvo que lo necesitemos por nuestra parte, si es así tratemos de encontrar un punto de consenso que no moleste al receptor y satisfaga las necesidades del emisor.
  • Siempre que podamos, evitemos el ruido innecesario. Si hacemos ruido, que sea por una buena razón.  La sirena de incendios tiene que seguir sonando alto, fuerte y estridente, pero seguro que podemos bajar el tono cuando hablamos por teléfono, silenciar los malditos soniquetes del whastapp y bajar el volumen de las sinfonías que acompañan nuestras llamadas de móvil. Además de estos ruidillos insidiosos hay otros que no suenan, pero son igual de molestos; no enviemos mensajes con copia a la santísima trinidad si no hacemos mención ni al padre ni al hijo, ni muchísimo menos al espíritu santo. No enviemos broadcast a la oficina, para eso están los grupos de whatsapp, a ver si por casualidad alguien sabe de que estamos hablando y nos resuelve el problema. Enviar un problema al técnico encargado de resolverlo, a su jefe, al jefe de su jefe y a DIOS no suele acelerar la resolución, pero contribuye al ruido y la confusión.

En resumen mantendremos correctamente informados y satisfechos a nuestros interlocutores cuando les enviemos los datos que precisan, en la forma que la precisen, sin ruido y en el momento oportuno. Seguro que de esta forma el porcentaje de nuestro tiempo dedicado a esta parte de la comunicación, este o no de acuerdo con el PMBOK, aportará el valor esperado a esta tarea imprescindible e inevitable. Satisfacer o no el principio de Pareto es otra cuestión.

NOTA: El artículo original lo publiqué en Linkedin el 16 de Enero (https://goo.gl/ynGpMm). Escrito originalmente para mi anterior compañía, su entrega coincidió con mi despido. En un intento de ser políticamente correcto, prescindí de la parte correspondiente a (des)Información, evidentemente cambiar un título no cambia la corrección o no del contenido.

Lo nuevo de la P.A.E.

Lo nuevo de la P.A.E.

Los incansables miembros de la P.A.E. publicamos, coincidiendo con Sant Jordi, nueva Antología: «Cuéntame un Día»

Veinte días, veinte formas de ver el mundo.Del 1 de enero al 31 de diciembre, este pequeño y particular calendario nos traslada desde la risa al miedo y nos pasea por la tristeza, la locura o la psicodelia.

En su páginas hay lugar para el amor y el desamor, el futuro más desolador o el pasado más aventurero.

Piratas, sepultureros, fantasmas en el día de San Juan, niños vestidos de tomate, noctámbulos desenfrenados en fin de año, doctos buscadores de olvidados demonios. Todos caben en estas páginas y tienen una historia que contar.

Es un placer para nosotros invitaros a leer lo que estos días tienen que contaros. Arrancad la primera página y que este año os sea propicio.Cuéntame_un_día