Si os dais un paseo por mi rinconcillo de vez en cuando, quizá leyeseis que allá por Abril y con motivo de Sant Jordi, recibí (junto a algunos miembros de la P.A.E.) una invitación irresistible en nombre de Apache Libros: colaborar en una antología sobre Barcelona en su vertiente Gótica. Fruto de esa colaboración, nació un libro que se vendió bastante bien y que a mí, más allá de mi colaboración, me parece un buen exponente de las diferentes formas en las que se puede afrontar un encargo así. El libro refleja diferentes sensibilidades y puntos de vista diversos, enriquecedor por tanto y entretenido, al menos eso esperamos todos los autores.
Han pasado casi seis meses de aquella aventura y me parece un buen momento para publicar por aquí mi colaboración, en esta ocasión me extendí algo más de lo que suele ser habitual en mi y por ello he decidido dividir el relato original en tres pedazos, hoy publico uno, el próximo viernes el segundo y el último de Septiembre el tercero que lo completa. Si os gusta y preferís acelerar la espera, podéis pasaros por la página de Apache Libros y comprarlo, además del mío encontraréis siete colaboraciones más que os harán disfrutar de una visión diferente de Barcelona, todas las ciudades tienen alma, brillante casi siempre, en esta ocasión nos imaginamos una más oscura que sabemos que también existe.
Sin más preámbulos, os presento a Stefano A. Santini, El Marchante del Carrer Petritxol, espero que lo disfrutéis tanto como yo lo he hecho escribiéndolo.
“¡Hay más cosas en el cielo y la tierra, Horacio, de las que se sueñan en tu filosofía!”
-William Shakespeare. Hamlet, Acto I, Escena V-
Luctuoso hallazgo en el Carrer Petritxol
Todo comenzó el miércoles, cuando los vecinos y comerciantes del carrer Petrixol despertaron con un desagradable hedor a carne quemada que llenaba la calle y se filtraba en las casas a través de las ventanas y los comercios, a través de los cierres a medio abrir a esa hora. Alarmados por la tremenda peste y lo que pudiese originarla, decidieron acercarse a las cercanas Ramblas e informar a la Guardia Urbana al respecto.
Dos agentes de ronda por el Carrer de la Portaferrisa, acudieron a la llamada de los vecinos y tras conversar con ellos y calmarlos, procedieron a personarse en el lugar. Realizadas las oportunas indagaciones se determinó sin ningún género de dudas, que el olor provenía de la conocida Galería de Arte y Antigüedades Santini, propiedad de Stefano tras la muerte de su anciano padre Sandro A. Santini. No atendiendo nadie a las repetidas y enérgicas llamadas de la autoridad y ante la posibilidad de que dentro hubiese algún fuego, los agentes procedieron a allanar el local, no sin antes encomendar a un par de vecinos que se habían acercado con ellos que buscasen y alertasen a alguno de sus compañeros de ronda en las cercanías.
Una vez dentro y no hallando en una primera inspección indicio alguno de fuego ni razón del hedor, procedieron a revisar el resto de estancias. Al llegar a la trastienda encontraron, además de constatar que allí parecía ser más intensa la pestilencia, el cadáver del propietario.
Los sorprendidos agentes fueron incapaces de localizar allí resto alguno que pudiese explicar el fétido olor. Si bien en la estancia se hallaron restos quemados y aún humeantes, ninguno de ellos correspondía a animales o carne. Las cenizas correspondían, en su mayoría, a pequeños juguetes de madera y latón, abalorios de vidrio, cajas de taracea y otras, más ricamente decoradas estás, de marfil y hueso; lo que parecían ser pétalos y papel completaban el montón. Restos que, a todas luces, no podían explicar el hediondo perfume que aún hoy, un día después, puede percibirse al pasar por delante del viejo comercio.
El forense de guardia indica en su informe preliminar que el finado no mostraba evidencia alguna de lucha, forcejeo o violencia. No había hematomas, moretones, rasguños ni heridas visibles. Se le halló sentado, en una silla colocada tras una mesa de despacho, en posición normal, cómoda incluso. Sólo su rostro mostraba una expresión de dolor y desasosiego que no podía atribuirse al Rictus Mortis, no sólo al menos.
A la espera del resultado de la autopsia, el forense atribuye la causa de la defunción a un ataque cardiaco. Ataque que debió sobrevenirle al infeliz mientras observaba consumirse la pira que, por alguna extraña razón que se nos escapa, había decidido organizar en la trastienda. Esta causa sería, además, explicación plausible para la expresión de su rostro, debido a la angustia y el padecimiento del infarto.
El misterio aumenta si, a todo lo relatado antes, unimos el hecho de que en la mesa se encontró una tosca caja de madera, semejante a las que se habían consumido en la pira. Esta sin adornos u ornamentos, sorprendentemente liviana y que contenía en su interior, junto a unos versos de Rimbaud, lo que parecían ser algunos ejemplares de Chrysanthemun Leaucanthemum, vulgarmente confundidas con las Margaritas, de un sorprendente color oscuro y repulsivo olor. Y para completar la escena y el misterio, bajo la caja se encontró un documento, redactado en latín y de título “Acta Collector”, firmado al final, en tinta roja, por S. Atanas. Todo lo anterior no hace otra cosa que incrementar, el ya de por si grande, enigma que envuelve este luctuoso hecho y nos hace dudar de la salud mental del infeliz difunto.
Este redactor espera que las investigaciones, que diligentemente lleva a cabo la policía, sirvan para sacar a la luz cuantos datos se precisen para esclarecer lo acaecido la noche del martes y expliquen de manera clara las circunstancias de la muerte del Sr. Stefano A. Santini y el origen de la tremenda peste que, comenzando en la trastienda, inundó la sala de exposiciones y después escapando bajo el cierre, la calle entera con la consiguiente alarma del vecindario.
Si hace unos años el Raval se despertaba con la noticia de que entre sus habitantes había una vampira, Enriqueta Martí, hoy el Gótico descubre que uno de los honorables marchantes de arte que llenan el carrer Petrixol, andaba en pactos con el demonio. Por fortuna, la Exposición Universal que ha tenido en Barcelona a su anfitriona, terminó hace una semana, si todavía nos acompañase quizá habría que abrir en el Pueblo Español otra casa, esta de los horrores, para acoger tanta rareza.
La Vanguardia, Jueves 23 de Enero de 1930
Traducción del Acta Collector (Diario del Coleccionista) hallado en la Galería Santini.
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Desde que el hombre existe hay quienes han deseado poseer y atesorar lo hermoso, lo raro, lo único e irrepetible. Unos atraídos por lo bello y otros por lo abominable y depravado. Coleccionistas todos, anhelan reunir aquello que a los demás les está vedado, sea por precio, escasez, rareza o degeneración. De entre todos ellos destacó pronto un selecto y reducido grupo, un puñado que imaginó lo hermoso que sería adquirir aquello que hace a los hombres diferentes del resto de bestias y seres que pueblan el orbe y a cada uno de ellos diferente del resto de los de su especie.
Creyeron entonces que, con el conocimiento suficiente, podrían recolectar almas, coleccionarlas y poseer tantas cómo les fuese posible acumular. Resultaban estos amantes por igual de lo hermoso y lo nefasto, pues puedo aseguraros que nada hay más hermoso que la posesión de esa esencia y nada más aborrecible que apropiarse de ella.
Sé que no me creeréis, unos por rechazar la existencia misma del objeto de ese deseo y otros por mera incredulidad, considerando imposible que se pueda sustraer el espíritu y aun si lo fuese, posible, que pudiese guardarse y menos aún exhibirse. No importa, aquellos que de verdad saben, no hallarán descabelladas mis palabras, no todo lo que existe es conocido ni accesible al común. Para el resto, mejor que no sepáis ni creáis y espero que nunca necesitéis negociar con la vuestra; si por desventura lo precisáis, no tendréis más que preguntar, os sorprenderá saber que habrá alrededor vuestro, quién sepa guiaros al lugar adecuado. Será entonces un enorme placer para mí tratar con vosotros, puedo aseguraros que el beneficio será justo para ambos y el trámite leve, por algo los míos llevan siglos manejando esta mercancía y viviendo, holgadamente añadiría, de este negocio.
Creáis o no en lo que os cuento, dejadme continuar un poco más, quizá pueda convenceros y quién sabe si atraeros a esta pasión.
Más allá de los reparos morales, ausentes por completo en estos pioneros. En primer lugar, debía resolverse un procedimiento adecuado y viable de obtenerlas y conservarlas, materia prima se encontraba de sobra, hombres hay muchos y cada uno es responsable en depósito de una, candidatos había pues suficientes, más el proceso no quedaba claro, las almas no se entregan cómo los besos, aunque puedas pagar o robar los unos y las otras, había que extraerlas y conservarlas, no había conocimiento ni acuerdo al respecto, y por todo ello, esta técnica, que puede realizarse de común acuerdo o a la fuerza, se reveló en extremo complicada.
Obstinados y pacientes, como sólo un coleccionista sabe serlo, lo intentaron de formas diversas, la vida importaba entonces tan poco cómo ahora, menos aún si contabas con el poder, la voluntad y la ausencia de escrúpulos necesarias. Muchos fueron los que entregaron, de buen grado algunos por la fuerza los más, sus vacías existencias en beneficio de esta naciente pasión.
Aliviado el primer trámite, eliminar el vínculo de los elegidos con la vida, trataban después de conservar todo aquello que consideraban candidato adecuado para acoger la esencia que ansiaban preservar. Sangre, vísceras (corazón, cerebro completo, glándula pineal), humores. Incluso hubo quienes buscaron la forma de conservar los hálitos inmediatamente anteriores a la defunción, iban bien encaminados estos últimos, pero todavía no podían saberlo. Todo ello en la creencia de que en alguno de estos podía contener el objeto deseado. Vanos intentos, ninguno de esos despojos, humores, icores, fluidos o vapores que probaron a conservar parecía contener la esencia que tanto ansiaban, o si la contenían no lo sabían con certeza, ni la forma de preservarla y no pudiendo guardarla, no tenía valor. Matar lo hacían muchos, con esmero y eficiencia ya que puede resultar una actividad placentera, más para ellos que buscaban obtener un bien mayor de cada muerte, no obtener lo deseado resultaba un fracaso.
¿Cómo se obtiene pues lo sutil? ¿cómo se detiene aquello que por naturaleza fluye?, sin dar respuesta a estas cuestiones todo intento resultaba vano. No sería hasta que los filósofos griegos desvelasen algunos de sus misterios que estos pioneros encontrasen la forma. Quizá no supiesen donde reside el alma, pero si aprendieron que puede desplazarse, y así lo hace, empleando ánemo o pneuma, soplos, hálitos. Si a esto añadimos que descubrieron la existencia de esencias semejantes a las humanas, pero con potencialidades diferentes, en todo lo que nos rodea: animales, plantas y objetos aparentemente inanimados, bastaría con guiar una humana hasta uno de estos entes y persuadirla o engañarla para que reemplazase la original. Se obtendría así una transferencia, descartados animales y plantas por la necesidad que de cuidados tienen y su corta esperanza de supervivencia, sólo quedaban los objetos inanimados cómo destino deseable, contaban estos además con la posibilidad de ornarlos y embellecerlos, añadiendo así esplendor al envoltorio.
Resuelta la primera cuestión quedaba refinar y depurar el proceso y la técnica, sólo se precisaba tiempo y medios. De ambos tenían los que precisaban, pudieron así desvelar que la sustracción era viable, si dispones de un sujeto dispuesto a ello o en la tesitura. Solo Debes encontrar quién la tenga en poco aprecio, por avaricia de otros bienes más tangibles, maldad, mezquindad o pecado semejante. Y aun estimándola hallarás quienes precisen obtener algo negociándola, otros hallarás que no son capaces de resistirse a la operación, en este caso los mejores eran niños, impúberes y ancianos, aunque cualquier otro resultaba apropiado si se hallaba el momento….. (Continúa el 22/09/2017)
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