Si pudieses mirar tras ella, en el suelo encontrarías polvo, restos de tu juventud y recuerdos de la penúltima vez que la cruzaste.
Aquella noche fue una de las últimas que la acompañaste, casi os pillan. Demasiado mayores para caricias furtivas en un portal.
Veintiocho años después, basta cerrar unos instantes los ojos para recordar el cálido tacto. Preciosos y breves pechos que siempre recordarás deliciosos.
No importa que el día siguiente, a no más de cincuenta metros de aquí, te mandase al infierno, aquella noche el infierno no podía existir y el cielo era este portal.
No llamarás, no entrarás, no mirarás tras la puerta. No queda nada, fantasmas si acaso, recuerdos de todo aquello que nunca sucedió.