En un momento nos acompaña, al siguiente ya no está. Quedamos solos y abandonados en nuestro cochecito. El desamparado, perdido y asustado en la acera. Pequeños y sometidos a los designios de otros no podemos volver a rescatarlo. Son nuestros padres los que deciden no llegar tarde a la guardería a cambio de un objeto, ese que para nosotros es imprescindible e incondicional y para ellos sólo uno más.
Clavado en nuestra memoria empezaremos así el aprendizaje, ese que nos enseña que el camino que nos toca recorrer está jalonado de pérdidas: amores, sueños, ilusiones, amigos, familiares, adversarios. Terribles todas ellas, pero la mayor durante mucho tiempo será sin duda la de nuestro primer peluche extraviado.