Seremos entonces irreales frutos de la imaginación, reflejos deformados de mil realidades.
No somos pues lo que aprendimos, si acaso más semejantes a lo que olvidamos. Ni lo que deseamos, aún menos a todo lo que soñamos.
No somos lo que decimos, más bien todo aquello que callamos. Ni lo poco que mostramos, antes lo mucho que nos esforzamos por ocultar.
No somos nuestras acciones, más notables son siempre las omisiones. Ni aquello que enfrentamos, de lo que escapamos nos muestra mejor.
A fuerza de espejarnos, sólo queda de nosotros la imagen reflejada.