Estos pasillos son ahora el único lugar en el que podemos sobrevivir.
El aire aquí es viejo, desgastado, usado millones de veces. Su escasez y nos obliga a jadear y movernos despacio, como ancianos cansados. Sabe a seco polvo y al moho que nace en el papel húmedo; y a pesar de ello, del horrible regusto y la poquedad, mejor este que el del exterior.
Solo un puñado de entre nosotros es capaz de vivir allí. El resto no podemos respirar aire tan limpio.