Pasé mi infancia escuchando que las cosas había que hacerlas «bien»; creo que mi madre no concebía otra forma de hacerlas. Creía también, que existía una forma correcta y universal de actuar en todos los ámbitos; suponía también que era reconocida por todos, esperada e insoslayable. Aceptar este comportamiento inevitablemente correcto y adaptar nuestras acciones a él, conducía necesariamente a buenos resultados, fuesen estos aprobar un examen, encontrar un buen trabajo o ganar el cielo. No hacerlo debía conducir por fuerza a lo opuesto.
Desde este punto de vista, si hubiese sido cierto, lo que está bien debe ser universal y necesariamente reconocido como tal, no precisa de explicación, comunicación ni explicación alguna, darlas hubiese sido como si cada mañana anunciásemos lo evidente: que es de día. No lo hacemos porque es evidente y no precisa anuncio. Algo semejante pensaba ella que sucedía con lo bien realizado. De esta forma la valoración de la bondad y corrección de toda acción o actividad, tenía para ella un fuerte contenido que podría llamar moral. Todo lo anterior resulta sin duda muy valioso desde el punto de vista del comportamiento y las relaciones, pero es completamente inútil cuando se aplica a otros ámbitos de la vida. A pesar de lo anterior, creo sin duda que acertó enseñándome lo que pudo, si no supo o no pudo enseñarme la diferencia se que no fue responsabilidad suya.
Ahora se que lo que olvido decirme es sencillo, tan importante, si no más, que hacer algo bien es comunicarlo a quién corresponde y asegurarnos de que ese alguien, lo sabe y lo entiende. En caso contrario estaremos trabajando casi en balde.
Trabajar duro y no comunicar, de una forma u otra, los resultados de nuestro trabajo es como cantar en la ducha, correr sólo o bailar delante del espejo, si pretendemos ganarnos la vida con alguna de estas actividades tenemos que asegurarnos de que aquellos que nos pagarán por ellas saben y son conscientes de que lo hacemos bien. En caso contrario lo hacemos por el «placer» de hacerlo y no como medio para ganarnos la vida. Lamentablemente parece que en muchas ocasiones con nuestro trabajo hacemos lo mismo y en vez de comportarnos como los profesionales que somos, lo hacemos como amateurs, trabajamos bien y duro, hasta tarde y los días de fiesta por el «placer» de hacerlo.
Si no queremos que sea así, necesitamos poner en marcha el adecuado plan de comunicación que nos asegure que todos aquellos que tienen intereses en nuestro trabajo, nuestros stakeholders, estén puntual y correctamente informados de aquello que hacemos, las dificultades con las que nos encontramos y como las resolvemos, las ideas que tenemos y nos permiten enfrentar nuevas situaciones, cómo trabajamos o gestionamos el grupo y como, en definitiva, resolvemos las situaciones a las que nos enfrentamos día si y día también.
Durante mucho tiempo he insistido a mis equipos sobre la importancia de comunicar al cliente aquello que hacemos, más aún cuando se finaliza en plazo, coste y calidad. En muchas ocasiones he olvidado, sin embargo, hacer lo mismo conmigo. En esto hice demasiado caso a mi madre y creí que hacer las cosas bien hechas tenían la virtud de ser reconocidas per se. La próxima prometo no olvidarme de hacéroslo saber.
Agradecimientos: La foto está sacada de pixabay y pertenece a Robinson , gracias por la contribución.
Esta entrada lleva tanto tiempo en reposo que si fuese vino sería, como mínimo, una gran reserva. Ni recuerdo la razón para escribirla, probablemente fue la convicción, en contra de las creencias de mi madre, de que no sólo basta con hacer las cosas bien, tan bien como eres capaz al menos, hay que comunicarlas. Sin este componente de comunicación falla una parte fundamental de la acción, hasta dios se encargó de comunicarnos que su más importante obra finalizó en seis días, ¿porqué no hacemos nosotros lo mismo?.