Vi Blancanieves y recelé de manzanas y ancianas varias semanas, aún hoy identifico las «Red Delicious» con esa película -sin desmerecer al cuento-, quizá por eso prefiero las «Golden»; temí a la bruja de la casita de chocolate, lo que dice mucho de mis miedos, temía a un personaje que resultó ser una confiada pánfila que perece asada por aquellos que debían ser su menú, ya entonces era yo muy confiado y no estaba el horno para fiarse de un par de infantes supuestamente inocentes.
Algo más crecido, disfruté de las enseñanzas impartidas por La Bruja Avería, aunque desconfiase entonces de sus lecciones -estudiaba en la universidad y lo que más deseaba era aprender- se ahora que son ciertas y las creo a piés juntillas; tarde, no se como narices se desaprende aquello que nunca debí saber (D.E.P. Lolo Rico y sirva como panegírico el agradecimiento de varias generaciones que disfrutaron con aquella inolvidable Bola de Cristal). Pero no sólo esta bruja de manopla representaba en aquella época al colectivo para mi, andaba yo sin recelo enredado en las malas compañías que son los clásicos, y no habiendo móviles ni kindles que aliviasen el aburrimiento de las esperas me entregaba a ellos sin vergüenza -bendita ignorancia- en la puerta de la academía de inglés a la que acudía día si y día no mi breve novia de entonces. Descubrí así a Las Tres Fatídicas Hermanas y sus proféticas palabras, poco sabía que aquel tomo marrón traía maldición entre sus páginas, es lo que toca cuando se trata con brujas y maleficios. Eso y alguna que otra metedura de pata me costarían la efímera relación.
No acabó ahí mi relación, los años siguientes me permitirían incluir nuevas figuras en mi panoplia de hechiceras. Mi particular y ecléctico Akelarre incorporó al Cónclave de Lancre, aprendí que hay otras brujas con la Yaya Ceravieja y sus colegas Magrat Ajostiernos y Tata Ogg.
Las brujas formaban parte ya de mi imaginario y no quise que mi hija las dejase de lado; por eso, además de incorporar a Roald Dahl en sus lecturas nocturnas, me atreví a incluir una amable y mal rimada, inventada sólo para ella en las historias de Valentina y Valentín que pergeñamos durante algunos meses. Incorporamos así a la Bruja Piruja al plantel de princesas, príncipes, fantasmas asustados, dragones panaderos, lobos tristes y gigantes tímidos que formarían una larga saga sin nombre que lleno decenas de noches.
Es probable que no haya hoy espacio para brujas y hechiceras. Este es un tiempo que no entiende de magia ni fábulas, no hay lugar para historias que no quepan en 140 caracteres o un mensaje de whatsapp, por ello es oportuno abrirle hueco a este libro y leer las renovadas historias de brujas que en él nos cuentan.
Gemma Solsona, Alicia Sanchez y Cristina Martínez nos acompañan en representación de este Vuelo de Brujas que nos ayudará a redescubrir a estas figuras eternas.
Iván Albarracín, Manuel Gris, José Bonilla y yo mismo acompañamos a estas encantadoras brujas y dedicamos este programa a conocerlas un poco mejor. Estáis invitados a volar con nosotros. Podéis escucharnos aquí o, como siempre, seguirnos en el canal de ivoox.