Y resultaron entrañables…

Y resultaron entrañables…

Contaba el Viernes que teníamos debate sobre malos malísimos el sábado, en Salamanca. La charla resultó un éxito, aún contando con mi presencia. No suele ocurrir que nos graben, en esta ocasión lo hicieron y el resultado podéis verlo en Youtube

Si le dáis un vistazo, decidme que os parece, sólo podemos mejorar con vuestras críticas y opiniones.

Malvados Entrañables (Charla en Hispacon 17/11 -Salamanca-)

Malvados Entrañables (Charla en Hispacon 17/11 -Salamanca-)

A todos aquellos que lean este blog con cierta asiduidad el título les resultará familiar; no es esta la primera ocasión en la que escribo sobre este tema, ya lo hice a raíz de uno de nuestros programas de radio, dedicado -como imaginaréis- a estos personajes.

De aquel artículo hace algo más de dos años; pero tanto nos gustan que no sabemos resistirnos a su embrujo y volvimos a visitarlos en otro programa, grabado en esta ocasión en octubre del año pasado (de este también escribí reseña, la tenéis por aquí).

Como dicen que «no hay dos sin tres», nos embarcamos en el tercer encuentro; sin embargo, no será la radio el lugar donde nos encontremos con estos peligrosos individuos, nos vamos hasta Salamanca para hacerlo. La P.A.E. asiste un año más a la Hispacon y aprovechando el marco y la oportunidad que se nos brinda, volvemos a reflexionar sobre villanos, malvados, malos, bellacos y malandrines; canallas todos ellos que se diferencian los unos de los otros por la cantidad de maldad y simpatía que combinan en su quehacer. Cuanto mayor maldad más cercanos se encuentran de la villanía, edulcorados y rebajados con simpatía nos las veremos con malandrines y atractivos canallas.

De una u otra, resultan inevitables en casi cualquier historia. Tanto es así que en caso de no existir, nos veríamos los escritores y aspirantes en la obligación de inventarlos porque los necesitamos. Precisamos de la discrepancia y el antagonismo que suscitan y alimentan, nada hay como la «maldad» -la bondad resulta sin duda mucho más aburrida- para realzar, denigrar o perfilar a un personaje, bien sea por poseerla y usarla en abundancia, bien por lo contrario: oponerse heroicamente a sus representantes. El resultado deseado de esta confrontación sería un par de personajes contrastados, definidos, equilibrados (no hago referencia a la salud mental, me refiero aquí al equilibrio que producen los extremos en competencia) y atractivos; ambos, incluso el que sabemos que acabará derrotado. Los malos ampulosos, bocazas e irreales resultan tan aburridos como los «buenos» insípidos, tediosos, aburridos, planos y sin contrastes; estos, además de aburrirnos no se hacen merecedores de oponentes formidables y sin estos, les hurtamos las victorias colosales, no existen estás frente a oponentes mediocres (por más que en el fútbol intenten endosarnos de estas una cada dos semanas).

Tirando de este hilo y los contrastes se me ocurren algunos ejemplos, a saber.

Moriarty engrandece a Holmes con cada derrota, sin perder un ápice de su potencial, confiamos en que vuelvan a encontrarse y nos engañamos imaginando, cuando no deseando, un desenlace diferente. Como efecto colateral, Lestrade se nos ocurre cada vez más estúpido.

Voldemor hace soportable a Harry Potter. En mi caso, que me disculpen los fans, si no existiese tan satánico oponente sólo esperaria de Potter que se convirtiese en una afable y aburrida promesa fracasada o en un madurito con síndrome de Peter Pan.

Vader vuelve irrelevante a Skywalker y, a cambio, hace imprescindible la desfachatez, frescura y atractivo de Solo. El primero transita desde un villano memorable e icónico hasta un «soy malo porque el mundo me hizo así» que es una pizca frustrante. El segundo mantiene, para nuestro alivio, la esencia intacta. Hasta el penúltimo pastiche en el que se vuelve padre imperfecto y frustrado, lástima.

Si pasamos a mayores, Satán hace necesario a Dios, tanto es así que no nos causa extrañeza incongruencia que por fuerza representa que un ser omnipotente cuente con adversario alguno. En ocasiones me pregunto si la historia no será al revés y no habrá sido Satán quién inventó a Dios para engañarnos y hacernos creer que tenemos alguna posibilidad de no acabar en la residencia de Pedro Botero y fastidiarnos aún más cuando descubramos que nunca existió cielo alguno.

Jack, el único realmente conocido, visibiliza a Abberline. Sin el destripador no conoceríamos a quién lo investigó, y aún así he tenido que buscarlo en Google para recordar su nombre, conocía su existencia pero olvidé su nombre.

Jason nos descubre, enfrentándonos por tanto a nuestro oscuro ego, el inusitado placer asociado a eliminar adolescentes estúpidos.

Tenía intención de incluir en esta breve relación a Saddam y Bush (tanto padre como hijo lo combatieron convirtiéndolo en malvado y excusa familiar), pero me temo que el intento no salió muy bien, no podía ser de otra forms, era casi imposible hacer necesario a un personaje por naturaleza y actitud contingente.

Casi finalizando incluyo a Saurón, malo malísimo que precisa de tres maravillosos libros, la unión de varias razas y especies, toda la magia blanca disponible y la voluntad de millones de lectores para ser derrotado y que levante la mano quién no haya deseado que retorne si ello diese origen a una continuación tan genial como lo es «El señor de los anillos».

He hablado por aquí de algunos malvados descomunales, pero no todos son de este tipo, en el título hablo de los entrañables, aunque me temo que hasta los aborrecibles acaban cayendo en esta categoría, primero porque los extremos se atraen irremisiblemente y porque todos son de nuestra creación y como hijos, más o menos descarriados, los queremos.

De estos y todos los que se nos ocurran trataremos Iván Albarracín, Julía Díez, Manuel Gris y yo mismo en la charla. Si os pilla cerca de Salamanca consideradlo otro motivo, menor sin duda pero importante, para visitarla, si no tenéis esa suerte, ahí están los programas y seguro que volvemos a tratar este tópico en otra ocasión, «somos tan débiles que hasta nuestras debilidades nos vencen» (esto último es de Quino y solo a él pertenece la idea, yo me limito a repetirla)