
Caía la noche en la que durante tanto tiempo fue mi ciudad.
El sonido de mis pasos, mezclado con las risas y conversaciones de los que ya se retiraban, se dirigía hacía la Gran Vía; lo que en otros tiempos, viejos ya, hubiese sido el comienzo, era este día un breve preludio del final.
Malos tiempos para los viernes y sábados, malos tiempos para disfrutar de la noche estos largos días de pandemia.
Pronto, el pulso de estás calles que acostumbraban a no dormir, se aquietaría dejando paso al silencio.
En su ausencia, solo quedan escaparates oscuros, aceras vacías y calladas avenidas.